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Decía Juan Ramón Jiménez en su libro Jardines lejanos (1904) que «para
sentir los dolores / de las tardes, es preciso / tener en el corazón / fragilidades de
lirio». Además de andaluz universal, el poeta de Moguer fue un maniático magnífico, poeta de la neurastenia y los poemas mágicos por conversión a dolientes. Así duele en Los ojos amarillos del mirlo lo frágil: «este
jardín se muere con mi cuerpo / en una esquina rota».
Jesús Pacheco (Murcia, 2000) revisita en este poemario '¿habremos ya de decir craftea?' el motivo clásico del jardín como espacio redondo de la intimidad, un motivo realmente interesante si tenemos en
cuenta que este término del afecto es uno de los conceptos que mayores
retornos y reválidas ha sufrido en los últimos tiempos.
Igual que otros poetas que han pisado recientemente ese espacio icónico, como Juan Gallego Benot en Oración en el huerto (Hiperión, 2020)
o Juanpe Sánchez López en Desde las gradas (Letraversal, 2021), Pacheco sitúa el cuerpo 'los cuerpos', deseantes y dolientes, en un límite comunicado pero con cierre, especialmente abonado para la observación y el
cultivo de la tristeza.


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