En pleno ascenso del nazismo, Carl Zuckmayer se había convertido en Alemania en un conocido dramaturgo y guionista Hasta que él y su familia tuvieron que huir para instalarse en una granja de Vermont, donde la nieve los aislaba la mitad del año. De los cabarets berlineses al cuidado de patos y gallinas; de los estrenos teatrales a la vida entre cabras, cerdos y osos, estas páginas edificantes hablan más del estiércol o de las ratas invasoras que del glamour de entreguerras. Sin embargo, el anhelo de cultura es tan importante en ellas como el anhelo de cultivo: la etimología, tan vecina, de ambas palabras huye, como ha dicho la crítica norteamericana, de cierto «hedonismo asocial naturalista» para hablarnos con la azada en la mano, con los pies bien hundidos en la tierra. En el barro.