EUGENIO MONTEJO, Obra completa (Pre-Textos)

Presentación de libros:
EUGENIO MONTEJO, Obra completa (Pre-Textos)


MANUEL BORRÁS + JORDI DOCE + ANTONIO LÓPEZ ORTEGA + GRACIELA YÁÑEZ VICENTINI + MIGUEL GOMES.

 

EUGENIO MONTEJO fue uno de los poetas venezolanos más trascedentes del s. XX. Tenemos la suerte de que EDITORIAL PRE-TEXTOS haya recogido en tres volúmenes su obra completa. Los presentaremos con grandes poetas y admiradores de la obra de Eugenio Motejo y, por supuesto, realizaremos una lectura de algunos poemas escogidos.

Nos acompañarán MANUEL BORRÁS, JORDI DOCE, ANTONIO LÓPEZ ORTEGA, GRACIELA YÁÑEZ VICENTINI y MIGUEL GOMES.



Como poeta, Eugenio Montejo constituye un referente insoslayable en el ámbito de nuestra lengua, con títulos entre los que destacan Algunas palabrasTerredadTrópico absolutoAlfabeto del mundoAdiós al siglo XX y Partitura de la cigarra. Lo más característico de su sensibilidad se definió cuando ya la vanguardia, en los años sesenta, se había convertido en parte del pasado y surgían corrientes que se esforzaban en resucitarla, a duras penas ocultando el sesgo arqueológico y nostálgico de una remozada pasión por lo experimental.


Montejo evitó los extremos. Su voz, sin el culto de la novedad gratuita, pertenece innegablemente al presente; sin la rigidez de los clasicismos, llama la atención por su serenidad y equilibrio. Más importante aún, al eximirse de poses magisteriales, nunca pierde la inmediatez de lo íntimo y la del individuo que intuye en el cosmos la invisible latencia del espíritu.


 


Desde 1999 Pre-Textos ha incluido en su catálogo varios títulos de Montejo. Ahora recoge, por primera vez y de manera sistemática, no sólo su poesía, en el primer volumen de esta publicación, sino también, en el segundo, su lúcido quehacer de ensayista y su “escritura oblicua”: los versos y la prosa que atribuyó a los “colígrafos”, fascinante cofradía de heterónimos reunidos en torno a Blas Coll, intérprete –o profeta– de las razones abismales del lenguaje. El acopio de trabajos nunca antes compilados en libro, así como varios inéditos que el autor había dispuesto para su publicación, hacen de esta Obra completa un documento insustituible.


Además de su prestigio como extraordinario poeta, debe reconocerse a Eugenio Montejo como ensayista fundamental. Los asuntos que abordó fueron diversos, desde su concepción personal de la lírica hasta los avatares de las artes plásticas, pasando por la evocadora reflexión, siempre lúcida y minuciosa, acerca de escritores clásicos y contemporáneos. No faltan, tampoco, atisbos metafísicos en los que una sensibilidad forjada en la segunda mitad del siglo XX se enfrenta al advenimiento del nuevo milenio. «Ya no somos, pues, modernos, al menos en el sentido en que lo fueron Neruda, Bandeira, Eliot. ¿Qué somos?», se pregunta en alguna ocasión.


Su prosa tiene la clara impronta de Montaigne, visible en su acentuada subjetividad, así como en el cultivo del matiz y el tono dubitativo. Su pensamiento se caracteriza por el repudio a los telurismos superficiales; el abandono de los magisterios o las actitudes mesiánicas, tan frecuentes en las letras hispanoamericanas; el escepticismo ante las matrices discursivas de la Modernidad, en especial la noción de progreso aplicada a las artes. Esas tomas de distancia se aprecian tanto en sus dos libros de ensayos, La ventana oblicua y El taller blanco, como en las abundantes piezas que publicó en otros medios y que aquí, finalmente, se compilan.


A su quehacer poético y ensayístico, Eugenio Montejo agregó el cultivo de lo que llamó “escritura oblicua”, una versión muy personal y con frecuencia lúdica de la heteronimia. En la tradición de Larbaud, Pessoa y Machado, la “oblicuidad” concibe nuestra esfera subjetiva como laberinto. Alrededor de Blas Coll, tipógrafo de Puerto Malo, excéntrico maestro obsesionado con el lenguaje, se organiza la labor de los “colígrafos”: Sergio Sandoval, autor de coplas populares; Tomás Linden, sonetista que viene de regreso de toda inquietud modernizadora; Eduardo Polo, a quien debemos una mercurial poesía infantil; Lino Cervantes, concentrado en experimentos como el “coligrama”; y Lucian Vacaresco, dramaturgo de aparición póstuma, cuyo drama “El ángel” aquí se edita por primera vez, junto con nuevos materiales de los otros heterónimos.


En los fragmentos de El cuaderno de Blas Coll se conjugan el ensayo y la ficción. En su estela, valiéndose de la lírica, el cuento o el teatro, los colígrafos tantearán rutas expresivas que la contención y el estricto equilibrio del Montejo ortónimo solían evitar. Coll y cada uno de sus discípulos suponen instantes de liberación, expediciones hacia posibilidades estéticas a las cuales se concede espacio en una cosmovisión siempre heterodoxa, plural.