En las islas Filipinas los españoles enfrentaron el desafío de construir con efectivos muy precarios una sociedad nueva en los confines del Imperio. La incorporación de sus pobladores al marco político, cultural y religioso de la Monarquía Hispánica no resultó siempre fácil, al tiempo que la presencia de gentes de variadas procedencias (chinos, japoneses) añadía una recurrente sensación de zozobra. Su día a día se desplegó en una inquietante oscilación entre la convivencia y el conflicto. A través de estas páginas podemos aproximarnos a la frontera más intensa y fascinante: el mundo oriental del Imperio español.