En los altares de la patria "La construcción de la cultura nacional española"

AKAL. 2017

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En su relación con la dimensión institucionalizada de la nación, la cultura nacional española surgió a lo largo del siglo XIX de la adecuación entre la entidad política del Estado y el sistema político liberal, la convivencia entre las ideologías y las culturas políticas, las realidades cotidianas de la vida social y el conjunto de producciones intelectuales, artísticas o técnicas que a ella se referían. Sin ser única, ni uniforme, sino plural y diversa, la noción abarcaba e incluía desde la historia nacional y su equivalencia con la historia de la literatura, la lengua castellana, el arte, los saberes políticos y las ciencias naturales, hasta el amplio cortejo de fenómenos intelectuales y valores morales asociados a la religión católica y los sentimientos patrióticos, sus traducciones simbólicas y sus imágenes alternativas, las interpretaciones que dieron lugar al mito de las dos Españas y la cultura del recuerdo o de la conmemoración.
En este sentido, los discursos y rituales de la nación alumbrados desde el primer liberalismo se vieron reforzados por la sociedad conmemorativa y la cultura de la conmemoración oficial que se consolidó a partir de la década de 1880. Un espectáculo público de la memoria histórica cuyas representaciones, ejecutadas por toda la geografía estatal en sus versiones locales y nacionales, incluían un variado repertorio de concursos académicos, juegos florales y aniversarios literarios y artísticos. A medida que el Estado de la Restauración aseguraba su posición, este catálogo se fue ampliando con la organización de magnos certámenes mercantiles e industriales (la Exposición Universal de Barcelona de 1888, la Hispano-francesa de Zaragoza de 1908 o la Iberoamericana de Sevilla de 1929) y, por supuesto, con las celebraciones de las «gloriosas efemérides» de la historia española. En este punto, por razones bien distintas pero con la función idéntica de reforzar los contenidos del nacionalismo español, dos eventos desplegados sobre el horizonte de expectativas y experiencias del Desastre contribuyeron de manera especial a desarrollar los mecanismos de las conmemoraciones oficiales: por delante, el IV Centenario del Descubrimiento de América de 1892, considerado por Edward Baker, «la culminación de la cultura conmemorativa decimonónica para la España oficial»; y, por detrás, el Centenario de los Sitios de Zaragoza y la Guerra de la Independencia de 1908.


Ficha técnica