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Justamente no soy un seguidor de primera hora de Einstürzende Neubauten, tampoco por edad. La primera vez que los escuché fue por casualidad en el Plástic, por la tele, a mediados de los 90: Stella Maris con Meret Becker (que yo pensaba que era parte del grupo), ya lejos del industrial de los 80. Esa especie de canción-reloj me llamó tanto la atención como el aspecto del tipo que cantaba con voz cavernosa junto a esa Lotte Lenya final de siglo, y empecé a escucharlos, y, de hecho, a encontrármelos en los lugares más insospechados. El símbolo del grupo, un petroglifo milenario (impreso en la cubierta de Europa, ¡sí!), aparecía en un cómic de Julie Doucet, lo llevaba tatuado Henry Rollins en el pecho, Blixa aparecía tocando con Nick Cave en El cielo sobre Berlín con pinta de electroduende, y sobre todo en las conversaciones con muchos amigos. Einstürzende Neubauten acaba resultando un culto secreto demasiado extendido para ser minoritario, y realmente lo parecía. En la feria de Leipzig del 2009 se presentó este libro y ante Blixa no había la cola que yo esperaba, creo que estaba yo, y no compré el libro, no tenía dinero para «libros de músico», aunque fuera Blixa. Sin embargo, hace un par de años, pedí un ejemplar en alemán para la librería donde trabajo y lo puse en el escaparate en una hora habían entrado dos personas a preguntar por la versión en castellano. Pensé que tenía que leerlo sí o sí, y lo leí.


Ficha técnica