Dos hombres están sepultados en tumbas adyacentes en el cementerio de Montparnasse. Uno fue banquero, pero también presidente de la comunidad judía parisina; el otro un artista. El primero había sido severo, intransigente, fascinante; el otro exuberante, disipador, bohemio. Son respectivamente, el padre del narrador y Roland Topor, pintor, escultor y escritor. Dos hombres muy diferentes, situados en las antípodas por sus formas de vida caracteres y ambiciones. Mientras el narrador persigue sus recuerdos, sus fantasmas y sus realidades, los dos hombres charlan desde sus tumbas como si se encontraran en un bistrot. Elkann nos ofrece chispazos de la antigua sabiduría judía, y ése es el horizonte en el que se sitúa este pequeño gran libro, erigido en memoria de un padre con el cual el diálogo parece interminable.