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Cuando se publicó El retrato de Dorian Gray, la crítica moralizante no dejó de acusar a su protagonista de ser una figura satánica, corrompida y corruptora, sin comprender que era el héroe de una novela que reflejaba la fatalidad de los románticos: Oscar Wilde (1854-1900) había querido hacer de la belleza un refinamiento de la inteligencia; y para ello sumió a su protagonista en una atmósfera de perversión dominada por el arte y los poderes de un misterio que está más allá de la realidad: gracias a los dioses, el culto a la belleza puede trasladar las huellas del paso del tiempo a un cuadro, mientras el rostro de Dorian Gray permanece inalterado e inalterable.
Pero Oscar Wilde va más allá de la simple descripción: incrusta a su personaje en un crimen y, como Edgar Allan Poe en sus relatos, lo rodea de un misterio que la razón no puede explicar. Cuento fantástico y parábola, Dorian Gray sigue siendo, cien años después de la muerte de su autor, una piedra angular en los debates entre la ética y la estética, en las relaciones que mantienen el bien y el mal, el alma y el cuerpo, el arte y la vida. Presidida por la ley de la fatalidad, Dorian Gray, que también encarna el mal y su castigo, no deja de alcanzar el objetivo que el propio Wilde quería para su libro: "Venenoso si ustedes quieren, pero no podrán negar que también es perfecto, y la perfección es la meta a la que apuntamos nosotros los artistas".
Ficha técnica
- Editorial: ESPASA-CALPE
- Fecha de edición: 1 de Enero de 2007
- ISBN: 9788467022230
- Encuadernación: Bolsillo rústica
- Nº páginas: 0
- Materias: Narrativa / 8. LITERATURA ANGLOSAJONA /